el día que murió el poeta (1)una mañana
helada de febrero:
a mediodía
aproximadamente
doce horas antes
terminé, conmovido,
la lectura de
la canción de la luciérnaga,
un poemario donde un hombre
se apaga y sabe que se consume
y aun así conserva el valor
para decirlo y afrontarlo
el último libro de un amigo,
de un hermano, de un mentor
ya atiborrado de cáncer
estoy en la puerta del colegio
para recoger a mis hijos
y llevarlos a casa y preparar la comida
subo la cuesta con frío en las manos,
los ojos tratando de retener las lágrimas
y el corazón herido de miedo
porque apenas una hora antes
me ha notificado un amigo,
mientras veía una película sobre un tipo
sometido a un carcinoma,
lo que yo me temía sobre
el hombre que escribió ese poemario,
el último de su vida, sus palabras casi póstumas,
el poeta mayúsculo y amado y fraternal:
ha muerto
David González.
el día que murió el poeta (2)la muerte
es un whatsapp
que recibo a las
10:21 del lunes
6 de febrero
mientras veo
una película
sobre un hombre
enfermo de cáncer
que efectúa su
último viaje:
bro, ha muerto David
me escribe
otro poeta
y amigo:
Javier Das
pero no lo creo
no quiero creerlo
no puedo creerlo
David no puede morir
David no debe morir
David es un titán y es inmortal
apenas 10 horas antes
he terminado de leer
su último libro
y éste y la fuerza
de sus palabras
vivían y vibraban
en mis manos
pero trago saliva
y al poco empiezan
el desasosiego,
el dolor, los nervios,
el destemple del cuerpo
sospecho que es un bulo
que puede haber un error
y llamo a otro
poeta y amigo:
Vicente Muñoz Álvarez
y le pregunto y está llorando
y le digo que se asegure
porque no puede ser que
David González
el poeta
el amigo
el hermano
haya muerto
porque
todavía hoy,
cuando ya he asumido
la verdad,
cuando acepto
por fin que
ha abandonado
este mundo,
sé que
mientras yo viva,
él habitará
en nuestra memoria.
el día que murió el poeta (3)
macarra, taleguero
maldito, atracador
suicida frustrado…
fueron algunos de los epítetos
que la prensa sensacionalista
vertió en sus obituarios
la mayoría escritos
por gente que creía conocerlo
sólo porque se había tomado
una copa con él o lo entrevistó
por correo electrónico años atrás
nos dijeron cómo era el personaje
porque no sabían quién era la persona
se olvidaron de cómo mandaba,
siempre, en cada uno
de sus mensajes,
un abrazo fuerte y solidario
y cómo los cedía en cada encuentro:
abrazos fuertes
abrazos solidarios
los saludos de alguien
que a la vez reúne a un tipo duro y
a un hombre entrañable y afectuoso
se olvidaron de sus múltiples esfuerzos
para hacerse con todos los libros de
cada poeta del mundo, por malos
que fueran, y leerlos y copiar poemas
en sus redes y en sus bitácoras:
para difundir la poesía,
para dar oportunidad a todo versador
porque creía en la honestidad
y en la empatía y en el auxilio
se olvidaron de cómo elegía
nombres para integrarlos en antologías,
en compendios suicidas y temáticos,
en cómo estimulaba a muchos escritores
y les conseguía contactos y los apadrinaba
quizá sin saber, o sabiéndolo de antemano,
que le traicionarían, esos judas con alma de trepas:
que, cuando se hicieran famosos,
le iban a dar la espalda
se olvidaron de sus buenos modales
(salvo si eras un hijoputa o se la habías jugado)
de sus continuas peticiones para salir juntos
en las fotos y en los vídeos,
porque sabía que nuestro futuro
pertenece a la imagen
se olvidaron de sus batallas
por la poesía
por los amigos
por los desfavorecidos
a quienes siempre compraba
los collares y las baratijas
de su mercadería ambulante
o dándoles una limosna aunque
no ofrecieran nada a cambio,
pese a que vivió siempre a salto de mata
y sin suerte y sin sueldo y sin dinero
se olvidaron de estas gestas,
los juntaletras del sensacionalismo,
pero no recordaron que nosotros,
sus amigos de hace décadas,
estamos aquí, aún en pie de guerra,
y vamos a demostrarles,
escribiendo aunque nadie nos lea,
cómo era aquel poeta de tatuajes y anillos:
un ser humano colosal.
una sociedad carcomida
en tiempos de postureo impostor
los poetas feroces como
David González y Thomas Bernhard
son necesarios
para garantizar los últimos vestigios
de pureza en una sociedad
carcomida por el ansia
de convertirse en escaparate
e influencia en red
ellos fueron críticos y subversivos
y, a ratos,
felices.
vocación
te dirán que no es un trabajo
ni un “un empleo de verdad”
sólo
una pérdida de tiempo
no se gana dinero ni tienes la sombra
de un jefe revisando tus horarios
para ellos es un hobby menor
o un pasatiempo que podría
desempeñar cualquiera
recalcarán
una y otra vez
una y otra vez:
no se gana dinero
no hay un sueldo fijo
te morirás de hambre…
pero escúchame con respeto:
si la escritura es tu pasión
y tu oxígeno en los días malos,
no abandones ni les escuches,
aunque deberás someterte
a la penuria y a la derrota,
al clavo y al fuego
y a la burla…
que no puedan contigo,
muchacho,
que no te venzan,
que no te dobleguen.